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“Brasil tiene remedio”

  • 2022-10-01
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Foto: Referencial

El Gobierno que se estrenará el primero de enero de 2023, no puede nacer ingenuo, después de tantos palos que les dio la vida.

El próximo 2 de octubre de 2022 en Brasil, uno de los países más poblados del mundo, con algo más de 156 millones de electores, elegirán a un presidente, a sus gobernadores, representantes a las asambleas regionales y al Congreso.

Tanto el actual mandatario, Jair Bolsonaro, como los otros candidatos, aparentemente no tendrán modo de alzar vuelo, aun cuando podrían llevar a segunda vuelta -según indican los sondeos- al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, el favorito.

Bolsonaro luce descontrolado hasta en las entrevistas, quizá porque está cerca el día en que perderá la inmunidad que la Presidencia garantiza. Entonces deberá rendir cuentas ante la justicia por los crímenes permitidos, como del método para multiplicar su dinero y el de sus acólitos.

Brasil, ese gigante latinoamericano, es uno de los países más poblados del mundo con 25 habitantes por kilómetro cuadrado (Km2). Tiene una población de 213.993.441 personas. Es más de tres veces la de Argentina y una vez y media la población de México. Por lo que, para analizar sus circunstancias, deberían verse desde sus profundas diferencias. 

Un acento marcado como una sombra en su realidad, lo refiere el siguiente dato. Desde mayo de 2021 a abril de 2022, las familias brasileñas en situación de pobreza extrema pasaron de 14,6 millones a 18,2 millones, según refiere el Registro Único del Ministerio de Ciudadanía (CadÚnico).

El guion perfecto tiene su final

Recordemos en la década de 1980, el surgimiento como un movimiento social del Partido de los Trabajadores (PT) y su evolución hacia un partido político. Luego, de Gobierno con el que Luiz Inácio da Silva, quien ganó las elecciones durante dos períodos (2003-2010) y posteriormente fue la plataforma de Dilma Rousseff, hasta su destitución. 

Aquel guion del 2016, salió como un show perfecto, cuando un golpe parlamentario interrumpió el mandato de la presidenta Dilma Rousseff. Este fue completado con el movimiento del Poder Judicial y de la élite, para sacar del juego presidencial a Lula, al acusarlo sin pruebas, con el impedimento de concurrir a las elecciones presidenciales de 2018. 

Allí llegó el trumpista de América del Sur, Jair Bolsonaro, con el apoyo de la ultraderecha religiosa, “por primera vez gobernando en democracia”.

Por solo nombrar un hecho, como símbolo del mandato de Bolsonaro, recordemos la funesta gestión durante la pandemia de la Covid-19, cuando en plena crisis realizó cuatro cambios de ministro de Salud, cobrando unas 680.000 vidas en Brasil, únicamente superado por el triste récord de muertos en Estados Unidos (EE.UU.).

Desafortunadamente, muchos de los que se lamentaron de la mala obra y las amenazas de Bolsonaro, también promovieron el caos desde 2016. Sin embargo, no pudieron mantener la arbitraria encarcelación de Lula da Silva, de quien sobresalen ocho años de su Gobierno, donde -según la Organización de Naciones Unidas- más de 20 millones brasileños superaron el umbral de la pobreza. 

Esta es una historia tangible, que lo coloca en la preferencia del electorado. También es probable que Lula se imponga, porque los brasileños están asqueados por Bolsonaro.

La llegada de un dirigente sindical metalurgista a la Presidencia, Luiz Inácio Lula da Silva -actualmente con 76 años- no se podría entender sin las luchas de los obreros brasileños. Tampoco podría obviarse el impacto en la sociedad brasileña, de las batallas campesinas por sus derechos, protagonizadas por el Movimiento sin Tierra (MST), el más grande del mundo.

Observemos cómo en Brasil, los agentes sociales y su acción colectiva en la organización de los movimientos populares constituyen herramientas políticas en medio de una sociedad fragmentada. 

En el actual escenario, la próxima Presidencia se enfrenta al fortalecimiento de una sociedad caótica, que en la última década ha sufrido con actitudes y procedimientos xenófobos, raciales y homofóbicos.

En Brasil contrasta la danza de riquezas naturales, frente a una carrera desenfrenada hacia el capitalismo neoliberal, porque su inmenso patrimonio en minerales y potencial desarrollo agrícola, han sido ofrecidos al mejor postor. 

No es fortuito que 11,3 millones de personas estén desempleadas y 7,6 millones subutilizadas. Igualmente, una inmensa mayoría de los trabajadores han sido expuestos a la inseguridad de la economía informal, indicó el Círculo de Estudios Latinoamericanos (Cesla).

La Coalición Negra

Perseverantes ante su realidad, los principales grupos de La Coalición Negra por los Derechos propusieron 101 precandidaturas para las elecciones de octubre. 

Es notable por defecto, el escaso perfil institucional de esta población mayoritaria. También Erika Hilton es una excepción. Travesti y negra, fue la más votada de Brasil en 2020 y esta vez sigue en lucha. 

A propósito, dijo la socióloga baiana Vilma Reis, quien disputa una banca de diputada federal por el Partido de los Trabajadores (PT). “No habrá nada en este país sobre nosotros, sin nosotros. No vamos a retroceder ni para tomar impulso. Este país solo es posible con el pueblo negro, porque Brasil es un país negro”.

La líder del Movimiento sin Techo del Centro, Carmen Silva, expresó así el desafío que les viene encima: “además de derrotarlos en las urnas, derrotar su legado: el bolsonarismo; derrotar el odio que dividió a las familias y que trajo nuevamente el hambre”.

Muchos recuerdan a Brasil con Lula, como una economía en crecimiento, un país líder de la equidad comercial en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), porque buscó fortalecer las alianzas Sur-Sur, con procesos de integración y cooperación. 

Poner la casa en orden

Son millones los que lo saben. No hay otra opción que no sea con Lula da Silva y su compañero de urnas, el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, para derrotar a la extrema derecha en el poder.

Los contendientes principales, encabezan el movimiento “Vamos Juntos Por Brasil”, con siete partidos políticos, varios grupos sociales y siete centrales sindicales, que de resultar ganadores, tendrán la tarea de poner la casa en orden.

El Gobierno que se estrenará el primero de enero de 2023, no puede nacer ingenuo, después de tantos palos que les dio la vida.

Las mismas fuerzas que desde la época de la colonización conspiran contra el pueblo y responden a la élite de aquella dictadura militar, se expandieron un poco más de dos décadas, hasta convertirse en un dispositivo estratégico de la burguesía industrial.

A la derecha están bien plantados en la agroindustria, en la vida militar y en la religión, listos para mantener el poder.

Tal como describiera Jorge Amado en la novela “Los subterráneos de la libertad”. Las clases dominantes que adecúan sus proyectos de supremacía a las demandas sociales, con apellidos asociados al reinado portugués y al Imperio del Brasil, les va la vida en mantener un capitalismo vertiginoso.

Basta salir a la calle

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva denunció que el momento actual es una prueba de la incompetencia del Gobierno de Jair Bolsonaro. “El país tiene un alto nivel de desempleo, 19 millones de personas pasan hambre, 116 millones de personas tienen algún tipo de problema de inseguridad alimentaria”. 

Brasil llegó a estar entre las seis mayores economías del mundo, aseveró un año atrás en su página personal, el expresidente Lula al pueblo brasileño, en la víspera del 7 de septiembre, día en que Bolsonaro protagonizó su farsa autogolpista.

Actualmente, Brasil reconoce altos índices de desempleo, inflación trepidante y la mayor contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en su historia, señala la información oficial.

“Yo no necesito insistir en los datos del coste de vida, del desempleo, de la falta de inversión, de la pandemia, del hambre que volvió a Brasil”, es posible crear empleos otra vez, que el salario tiene que aumentar y ganarle el pulso a la inflación, que es posible producir comida saludable a precio justo, para para que vuelva a las mesas de las familias, enfatizó Lula.

“Basta salir a la calle para ver que el pueblo brasileño está sintiendo en la piel la destrucción del país. Pero hoy yo estoy aquí para decir que, a pesar de todo, Brasil tiene remedio”.//TeleSur