Jesús ya no volverá a salir del agua cuando lo llamen.
Durante años, ese caimán
negro de casi cuatro metros se convirtió en un símbolo vivo de las pampas
amazónicas de Santa Ana de Yacuma, en el amazónico departamento de Beni, donde
barqueros y turistas lo esperaban con la misma mezcla de asombro y respeto.
En videos que circularon
durante años, se lo veía emerger de las aguas turbias cuando alguien gritaba su
nombre: “¡Jesús, venga pa’ acá!”. Entonces aparecía, imponente y manso,
buscando el alimento que le ofrecían los guías.
Alejandro Gil Mendieta,
su cuidador, solía acariciarle la cola cubierta de escamas, levantarla con las
manos o palmotearla ante la mirada incrédula de los visitantes.
El animal permanecía
quieto, paciente, como si entendiera que era parte del espectáculo.
Este miércoles, las
autoridades del municipio beniano confirmaron la noticia de su muerte.
Jesús no resistió las
heridas que le causó otro caimán al invadir su territorio. Durante más de dos
semanas la comunidad intentó salvarlo, pero la fuerza del ataque había sido
demasiado.
Jesús fue más que un
reptil en las pampas del Yacuma: fue un atractivo turístico de renombre
nacional e internacional, un emblema del Área Protegida Municipal y un recuerdo
imborrable para quienes lo vieron salir del río con esa quietud majestuosa que
parecía domar el miedo.
Ahora su silueta no
volverá a romper la superficie del agua, pero quedará en la memoria de la
Amazonía como un animal que, sin proponérselo, unió a viajeros y lugareños en
torno al misterio de la selva.
Jesús, el caimán manso de
las pampas, se convirtió en leyenda. // Fuente: ABI