Cerca de la noche del 16 de julio, aprovechando la celebración de la Virgen del Carmen y la contienda de España con Francia, el pueblo en masa se arrojó sobre el cuartel en La Paz, sorprendiendo al centinela y demás soldados, ganando todas las armas y cañones. La campana grande de la Catedral resonó en la ciudad.
Todo el mundo se reunió
en la plaza: los del pueblo tomaron la precaución de poner artillería y
centinelas en las esquinas, de modo que todos entraban y ninguno salía.
Hecha esta operación,
sacaron el retrato del rey de España, Fernando VII, a la puerta del Cabildo.
Casi al mismo tiempo, se agolpó parte del pueblo a las casas de los emisarios
españoles tomando todas las armas y municiones.
Llegada la noche, a las
diez, el pueblo instaló el Cabildo. Encomendó a los abogados Gregorio Lanza y
Juan Basilio Catacora, para que tomen nota de las demandas, refiere el diario
del Presbítero Patiño.
Ahí, a una sola voz, el
pueblo demandó que el Gobernador Intendente renuncie al mando, que los
ministros de la Real Hacienda entreguen al Cabildo una de las llaves de las
arcas reales y que el Administrador de Correos Francisco Pazos deje el empleo.
Todo se ejecutó.
Dimitieron las autoridades y se procedió al nombramiento provisional del
comandante de Armas, Pedro Domingo Murillo, quien ya en 1805 fue parte de una
“intentona de revolución”, afirma el historiador Pablo Michel.
“Son apresadas las
autoridades realistas y se empieza a quemar los libros de tributos, de deudas
de la corona española y se crea, y esto es importante, se crea por primera vez
un gobierno en La Paz, en nuestro territorio que se llamaba Charcas (integrado)
por autoridades locales, paceñas, ya no son impuestas por su majestad”, destaca
el historiador.
Los patriotas bautizan al
primer gobierno autónomo como la Junta Tuitiva, que tiene en su núcleo a
“paceños, independentistas que ya no querían saber nada de la corona española”.
“Ése es un primer
gobierno y eso sí es una ruptura definitiva con España”, define el también
documentalista.
Fue un gobierno “autónomo
compuesto por criollos, mestizos, aimaras, quechuas, negros e incluso españoles
que apostaron por una nueva patria desvinculada de España”.
De acuerdo con Michel,
los “hechos del 16 de julio de 1809 y la consiguiente creación de un nuevo
gobierno que se conoció como Junta Tuitiva no fueron los de una simple ‘gesta
libertaria’ y menos los de un ‘grito libertario’; pues en La Paz no hubo ningún
‘grito’ y menos libertario… lo que se vivió en las jornadas de julio de 1809
fueron los de una genuina Revolución Libertadora”.
Según la investigación
del historiador, el mismo 16 de julio de 1809 debió estallar similares acciones
en Cochabamba y en Arequipa, pero éstas fueron abortadas, pese a haberse
preparado por mucho tiempo.
Se eligió esa fecha por
la celebración de la Virgen del Carmen en España y porque en ese momento
Fernando VII resistía la invasión napoleónica que colocó en el trono al hermano
de Napoleón, José I Bonaparte.
Lo cierto – señala seguro
Michel – “la revolución de La Paz no puede entenderse sin la revolución de
Chuquisaca (25 de mayo de 1809) y esto rompe ese chauvinismo que hemos tenido,
insano, con Chuquisaca, de dónde fue la primera revolución”.
“No se puede entender una
sin la otra. Los doctores de Charcas, la parte intelectual de los emisarios que
están gestando este movimiento emancipador en la Universidad de San Francisco
Xavier, luego de 50 días llegan a La Paz, reuniéndose con Murillo con los
independentistas paceños, entonces esa parte intelectual de los doctores se
vuelve en una cosa armada en La Paz, el pueblo en armas y los paceños son
revanchistas, entonces se da la Revolución Libertadora”.
Imbuido de valentía del
pueblo paceño, la Junta Tuitiva crea un nuevo ejército y a la par de anular las
deudas y tributos hacia España, se instaura una nueva forma de gobierno en
cuanto al manejo económico.
“Se plantea muchas cosas,
entre ellas se determina abolir la servidumbre, aunque eso evidentemente fue un
mito. Como toda revolución se salió de su cause, pero además tuvo muchos
problemas cuando antes de que acabe el año (1809) llegó el realista (José
Manuel de) Goyeneche, entonces ya no pudo darse más estos cambios”, relata
Michel.
Nacido en Arequipa, bajo
el virreinato del Perú, el 12 de junio de 1776 en el seno de una familia
acomodada, José Manuel de Goyeneche fue el alfil de la corona española elegido
para frenar las revueltas independentistas desatadas en Chuquisaca y La Paz con
una gran dureza.
“Fue tremenda la
persecución, el hecho más fehaciente es que quienes firmaron la Proclama de la
Junta Tuitiva fueron condenados a muerte, lo que no ocurrió en otros
departamentos, eso muestra también la intensidad de lo que fue la revolución
aquí, en La Paz”.
“En otros departamentos
no se ha ejecutado, no ha habido estos colgamientos como se ha hecho con los
patriotas; y no sólo había patriotas nacidos en La Paz, también había patriotas
españoles que se dieron la vuelta y abrazaron las causas independentistas, como
el gallego (Juan Antonio) Figueroa, por ejemplo”, refiere el historiador.
Cuando se instauró el
juicio contra los revolucionarios paceños, el realista José Manuel de Goyeneche
usó como pruebas para demostrar la traición de los insurrectos contra el “amado
rey Fernando” varios documentos de la Junta Tuitiva, hoy desaparecidos, en los
cuales figuraban los nombres de los patriotas líderes de la Revolución de Julio
y estas pruebas serían instrumentos contundentes para establecer sus reales
lealtades a la causa independentista, por eso permanecerían presos por varios
meses, con grilletes en las mazmorras y calabozos ubicados debajo del antiguo
Cabildo.
Luego del juicio, las
sentencias fueron dictadas el 26 de enero de 1810 a la media noche y de la
siguiente forma: Pedro Domingo Murillo, coronel y presidente de la Junta
Tuitiva, ahorcado y su cabeza clavada en el pilar del Alto de Potosí; Basilio
Catacora, representante ahorcado; Buenaventura Bueno, representante ahorcado;
Melchor Jiménez, alias el “pichitanca”, ahorcado; Juan Antonio Figueroa,
gallego de origen, al garrote; Mariano Graneros, alias el “chalatejeta”,
ahorcado; Apolinar Jaén, ahorcado, y su cabeza llevada a Coroico; Gregorio
García Lanza, auditor de guerra, representante del pueblo y vocal de la Junta Tuitiva,
al garrote; Juan Bautista Sagárnaga, subteniente de las milicias del Rey, al
garrote; y el Presbítero José Antonio Medina, ejecución del castigo en suspenso
hasta la resolución del Señor Virrey.
“Después se realizarán
ejecuciones en febrero y abril; además gran parte de la población boliviana va
a ser castigada, a muchos abogados se les quita el derecho de ejercer, varios
son exiliados, desterrada a las Filipinas o a las cárceles de Boca Chica o a
Buenos Aires, como se lo hizo con presbítero cura Medina que es de los que
firmó la Proclama de la Junta Tuitiva, es el único que no es ejecutado por su
condición de cura”, apunta Michel.
Luego de las ejecuciones
del 29 de enero de 1810, la sociedad paceña quedaría dividida entre realistas e
independentistas por casi 16 años, al igual que en el resto de otras ciudades
que fueron parte de la antigua intendencia Charcas, donde se viviría una real
“guerra a muerte” llegando a 1825 con casi la totalidad de sus protagonistas
muertos, refiere Michel ya en su texto Por qué fue una REVOLUCIÓN LIBERTADORA y
no solamente una "gesta libertaria", y menos "grito
libertario".
Si bien en esta parte del
continente se inició primero la lucha por la independencia, no fue hasta 1825
que Bolivia nació como República pues “los realistas tuvieron una sólida
motivación: no abandonar el cerro de Potosí, que finalmente fue el ‘monedero de
medio mundo’, por lo que tampoco es casualidad que en nuestro escudo y monedas
esté presente al centro nuestro emblemático Cerro Rico de Potosí”.
“Como tampoco es
casualidad que nuestra primera bandera boliviana haya sido en realidad la
primera bandera paceña, de las invictas republiquetas de Ayopaya e Inquisivi y
las barricadas en las calles paceñas contra Ricafort y sus tropas realistas...
la rojo punzó y verde esmeralda, con la que los supervivientes de nuestra Gran
Guerra Patria entrarían triunfalmente a la ciudad de La Paz en 1825”, destaca
Michel. // Fuente: ABI